domingo, 18 de abril de 2010

Domingo 18

"Trampa,
estoy haciendo trampa",
pensaba.
Ahí arrojado un cisne dormía.


Alguien se dio cuenta
el inspector
su madre
o el viento.
Pero ya no más.


El cepillo de dientes
fue peor que un coche bomba
cuando quedó ahí solo.


De nuevo el silencio
y los domingos serán temibles como un espejo.


Dónde te has ido
estupor
dónde.

sábado, 17 de abril de 2010

Abril

El colectivo ha girado en la esquina
conmigo adentro
o afuera
no sé bien
porque ya no soy
el que esperaba el bondi.

Ha comenzado abril;
el sol ahora pide permiso
para atravesar el aire.
Aunque es de noche y no hay sol.
Pero hablo de mañana
o de ayer
o de hoy-día.

Hablo del animal
esperando
que cada gota
sea la última
mientras algo
abre la carne
y la sangre escapa
como las noticias
de la marquesina
frente al Correo.
De pronto nadie lo envidia ni le teme:
cuando su piel adorne una oficina,
¿quién recordará sus vísceras?

Afuera
la noche recién llega
no hay gatos, esto no es Roma
y los perros tienen frío
los únicos animales que quedan
tienen ruedas
y luces
o son ciegos y vuelan.

Hasta la luna se guarda
para una mañana que será sublime.

Pero alguien tiene que pagar por ella.

“¡No será el intendente!”
gritan adentro del bondi
los ejes sin aceite.

Alguien va a pagar por la mañana.

Una mujer casi niña
llora a un casi hombre,
espera que ya no vuelva

Un viejo de 27 años
miente que no llora.

Una ventana amarilla tungsteno
muestra al peruano que entra
y sus ojos aliviados:
esta noche no precisa
esconder la vergüenza
(ya duerme la peruana)

Las travestis se marchitan.

La nena más puta
se despierta hueca
cada hora
sola
mira las sombras
se asusta
sola

Alguien paga
pero nunca alcanza
la mañana
más cara que una mujer rencorosa
se va a cobrar con
mitades frías en las sábanas
tangos como navajas con herrumbre
cáncer para los mejores amigos

Púdrase señor
que la vida es
de esas máquinas que no dan vuelto.
Alguien va a pagar
y como siempre
hoy
le toca a Ud.

Carta

Querido hermano Manuel
hoy el pan del desayuno
lo comí pensando en vos.
Hace días te llamé
y estabas tan lejos
no sólo en Tucumán
sino que hablabas de estoicos
Leibniz, mónadas
y Spinoza.
Te hiciste el perdido
y no mencionaste
a Wajda ni a la Ekberg
salvo que te habían robado la cámara
Pero esta mañana
me di cuenta
que los golpes nos mandan
cada vez más cerca
del mismo rincón.

Compartimos más
que las ojeras
una carga
como un yunque
atado al alma
esta mañana
me di cuenta
que la muerte
no es un cuadro;
es el montaje
de esta vida
duelo estéril.
Lo sabías
viejo choto
desde que tus padres
iraníes
te entregaron
en Tucumán.
Has vivido
tanto tiempo
con la puta
al lado
y los dos
sabemos
que no te has acostumbrado
que te espanta
como manchas blancas
por las noches
y que aúllas
a ver si se escapa
a ver si olvidas
a la
que te dejó
por un pigmeo
hecho de clichés
a ver si vuelve
aquel amigo
que subió a un colectivo
y no bajó más
aquellos días
cuando el Capital
no sabía de sutilezas.

No sé si te conté
pero estuve acompañado
en la Fontana
y en el túnel
de Ladrón de Bicicletas
Via Veneto
Piazza Vittorio
y la terminal
donde Pier Paolo
se embarcó
tras su última mamada.

Pero esa mujer
se ha ido
Y ahora mi sombra
es más profunda
que una daga.

La Pantera

No es por mí,
¿sabés?
Yo todavía tengo el verano
la lucha, la risa
y eso.

Pero adentro
ha quedado
el felino.
Lo conocés bien
lo has invocado en las siestas
te ha perseguido
te ha agotado
te ha desgarrado.

Como nadie
lo calmabas
extraviada en su pelaje
sus juegos
y eso
que sólo
ustedes dos
conocen.

Pero ahora
se ha quedado en la jaula
mordiendo los barrotes.

Ruge
cuando sueño
y te trae consigo
alucinada.

Compro el diario
o leo en la calle
una palabra insospechada
y se agita molesto
se arroja contra el alma.

"Ya", le digo
"olvidá"
y muy pocas veces hace caso
y me siento
de vidrio finito
y no entiendo
por qué él está ahí
desde siempre
y no entiendo
por qué vos ya no.

El campo

La avioneta
plateada
se ha creído
ebria.
Despacito
como un pez
chiquito
en la pecera larga.
Ella llueve glifosato.

Y
las nubes
hinchadas
con la belleza que da la fuerza
que guardan.
Ahí dentro
parece haber
tormentas
rayos
nostalgia a granel

refugiados.

Pero por ahora
no tienen planes
Y se quedan
negras negras
con contornos
desteñidos
por el sol.

Atrás las
montañas
y más aquí
hay que admitir
las plantitas de soja
no son feas
más bien tiernas
los bebitos
transgénicos
verdes.
Alguna vez
mi amor
también fue así.
Hasta que las
nubes decidieron
explotar.

Poema para Dulce

Como todo el mundo

también yo una vez
fui joven.
Y me casé.
Ella tenía 16 años
la cintura apretada
y pechos eclipse.
Pero su rostro
inasible
extraño como un perro oriental
parecía el amor
ese rostro
no podía estar del lado equivocado.
Y no estuvo.
Nos lamimos
tantas veces
nos gemimos
nos cantamos.
Hacíamos el amor
en Roma
y seducíamos
a los italianos.
Todos querían ser
la parejita argentina
encantadora.
Y cuando yo volvía
de servir café
y hacer mudanzas
ella estaba ahí.
Y también
cuando no había
mudanzas
y el dinero
para la pizza o la pasta
se hacia siempre menos.
Ella estaba.

Volvimos.

Y ella estuvo.
Me sonreía
me apretaba
me mordía.
Ella no sabía
cocinar
pero intentaba.
Y yo odiaba
lavar los platos
pero lo hacía.

El tiempo
es ahora
más rápido
que cuando
éramos niños.
Un día el monstruo
vomitó
su asco
su bronca
su envidia
sobre mí.
Ella había cumplido
22 años.
Y sus ojitos
de perro
tuvieron
la sinceridad que ella no.
Y ya su mano no
me dio escalofríos
su lengua no me buscó
cómplice
ni helada ni caliente

Apareció un cementerio
vivo
de nervios.

Que los amantes
que las pijas
las conchas
los culos
la mentira.

El miedo.

Yo supe
que era el
miedo.

Pero lo supe
muy tarde.
No le había
enseñado.
Y ella no
se atrevió.
Y me quedé
solo
de este lado
del mundo.

Todavía recuerdo
a diario
la sonrisa
los dientes
la piel.
Las películas
de Fellini
con el Gran Marcello.
Los helados
de un euro cincuenta
frente a la inverosímil
Fontana.
Su ano
recibiéndome
como a los
Reyes Magos.
Su olor
insoportable
al volver
del laboratorio.
Su cuerpo
sin ropas
cuando
la playa nudista.
Los piropos
en mal
italiano.
Las canciones
burdas.
Y también las buenas
como las de "Artaud" o Nina Simone.

Ahora el miedo
a la muerte
tiene nombre:
sé que van a ser
ésos
los últimos destellos
antes del crepúsculo.